lunes, 12 de abril de 2010

COMPORTAMIENTO

En estas semanas previas al evento "POESÍA EN LOS BARES 5: DESTROYER", voy a aprovechar para colgar unas colaboraciones que he tenido con dos grandes poetas: David González y Kebran.

Mi aportación se limitó únicamente a ilustrar sus poemas, pero eso, tratándose de las dos personas que os he comentado, es más que suficiente.

El poema que os presento hoy se llama "Comportamiento", y pertenece al libro "LOSER" de David González, y editado por "Bartleby Editores".

Espero que os guste tanto como a mi.



COMPORTAMIENTO

En un principio,
cuando aún eran pocas,
la obedecían.
La mujer daba unas palmadas
o
les decía: venga,
quiero veras a todas ahora mismo
desfilando hacia vuestra casa,
que ya es hora…
y
por extraño que pueda parecer,
ya te digo, la obedecían.

Pero después,
cuando se multiplicaron en número
y
crecieron en tamaño,
dejaron de marchar
al paso que les marcaba
la mujer de las palmas
y
los habituales empezaron a fijarse
en unas manchas negras y rojizas
que correteaban por el mostrador
o
se subían por las blancas paredes.

Aún así,
la mujer de los manotazos
seguía en sus trece,
seguía negándose a llamar
a un exterminador.

Sin embargo,
el tema llegó a tales extremos
que terminó degenerando en
o
ellas
o
el negocio.

El exterminador
no se parecía en nada a William S. Burroughs.
Ni era alto
ni tampoco extremadamente delgado;
de hecho no medía mucho más allá
del metro con cincuenta y dos centímentros
de la mujer del bar
que, por causa de su baja estatura,
se había visto obligada
a colocar detrás de la barra,
sobre las baldosas del suelo,
unas plataformas de tablas
debajo de las cuales se reproducían
y
propagaban
las cucarachas.

Cuando el exterminador
levantó el primer palé,
no sentí asco ni nada parecido ,
pero me vinieron a la memoria
redadas en antros de mala muerte:
perros policías, sus amos
y
cantidad de gente de la mala vida
huyendo en todas las direcciones,
en busca de una escapatoria.

Pero con este exterminador
no había escapatoria posible.
Hacía bien su trabajo.
Cada dos o tres metros,
colocaba unas diminutas bolitas
de una especie de pasta pegajosa
que contenía feromonas:
sustancias secretadas por un insecto,
un ortóptero en el caso que nos ocupa,
que actuaban sobre el comportamiento
de insectos de la misma especie.

De esta manera,
cuando una cucaracha
ingirió el primer bocado,
enseguida apareció otra
que se la comió viva a ella y así,
las cucarachas fueron comiéndose vivas
unas a otras,

Cadáveres de cientos de cucarachas

hasta que solo quedamos con vida

la mujer del bar,

el exterminador

y

yo.


*Con respecto a esto, es aconsejable la lectura de mi poema El interrogatorio, en mi libro El demonio te coma las orejas (Asociación Crecida, Ayamonte, Huelva, 1997) y también en El demonio te coma las orejas [1997 – 2008] (Glayíu Editorial, Asturias, 2008).

4 comentarios:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Estas en forma, Julio. Seguís en la brecha.

¡¡¡¡ Mucho ánimo y mucha poesía y mucha cerveza !!!!

Tu Víktor

Sintagma in Blue dijo...

Genial! Me ha encantado.

Besos.

Kebran dijo...

bien
kebran

Kebran dijo...

bien
kebran